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Lunes, 26 Agosto 2019 17:56

La figura del traductor literario

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Recientemente hemos celebrado el Día Internacional del Libro, cuyo origen se remonta a principios del siglo XX. El 23 de abril de 1616 fallecían Cervantes, Shakespeare e Inca Garcilaso de la Vega. También en un 23 de abril nacieron —o murieron— otros escritores eminentes como Maurice Druon, K. Laxness, Vladimir Nabokov, Josep Pla o Manuel Mejía Vallejo. Por este motivo, esta fecha tan simbólica para la literatura universal fue la escogida por la Conferencia General de la UNESCO para rendir un homenaje mundial al libro y sus autores y alentar a todos, en particular a los más jóvenes, a descubrir el placer de la lectura y respetar la irreemplazable contribución de los creadores al progreso social y cultural.

Pero ¿quién se acuerda en este día de «los otros autores»?

Desde Pafelingua queremos, a través de este artículo, rendir un pequeño homenaje a un sector que representa un 21 % de la producción editorial y sin el cual no podríamos leer las obras escritas en idiomas que no dominamos. Sí, estoy hablando de ellos: los traductores literarios.

La traducción literaria no consiste simplemente en trasladar de un idioma a otro información o conocimientos sobre un tema concreto. La literatura está plagada de humor, poesía, recursos retóricos, mensajes subjetivos, criaturas inventadas por el autor… Traducción literaria es sinónimo de creatividad, y, por ello, los profesionales que se enfrentan a ella deben reunir toda una serie de cualidades encaminadas a producir en el lector el mismo efecto que el autor pretende causar con su texto original. Por esta razón, todo traductor literario debe tener un dominio total tanto de la lengua de origen como de la lengua de destino y, por su puesto, estar al día de la cultura y del contexto social de ambos idiomas y países.

¿Cuáles son algunas de las dificultades que presenta la traducción literaria?

La poesía constituye, sin duda, uno de los retos más importantes para cualquier traductor literario. Tanto es así que el lingüista, fonólogo y teórico literario ruso Roman Jakobson llegó a afirmar que «la poesía es, por definición, intraducible». La rima, la métrica, la cadencia, la elección de las palabras, el ritmo… Es imposible que todos estos aspectos se mantengan inalterables en un poema traducido. Pero, precisamente, de eso se trata. Es necesario que, como dijo el traductor, poeta y profesor estadounidense Burton Raffel, el poema vuelva a nacer.

Las figuras retóricas y los juegos de palabras suponen otro de los grandes retos para los traductores literarios, los traductores audiovisuales o los traductores publicitarios. Frente al desafío de traducir estas desviaciones conscientes del sentido literal de las palabras o conjuntos de palabras, el traductor literario puede utilizar un equivalente que en el idioma de destino tenga el mismo efecto que en el idioma original u optar por una estructura de palabras completamente distinta, pero que provoque una reacción idéntica en el receptor. Es decir, necesitará tener amplios conocimientos literarios y culturales, así como determinadas aptitudes relacionadas con el funcionamiento de esos textos (buenas habilidades de escritura, etc.), para poder reelaborar el texto.

Qué hacer con los nombres de los personajes, los lugares donde se desarrolla la acción o determinados objetos o criaturas suele ser otra de las cuestiones que se plantean a la hora de traducir cualquier género literario. En ocasiones, los nombres originales no encajan con la sociedad de destino por no comprenderse el motivo o trasfondo de su versión original o por ser muy complicados de pronunciar en el idioma de destino, mientras que en otras el autor se sirve de los nombres propios para reflejar un aspecto de la personalidad del personaje. No hay una norma escrita sobre si se deben traducir o no y tampoco sobre los motivos de que algunos se traduzcan y otros no, por lo que conviene, siempre que sea posible, mantener un contacto con el autor de la obra. Así, el traductor literario puede confirmar con este el significado o la intención de ciertos elementos para no caer en errores de interpretación.

Lo triste es que a pesar de que actualmente el mercado del entretenimiento es uno de los más potentes a nivel económico, los traductores literarios se encuentran con otra realidad: poco reconocimiento, tarifas irrisorias, plazos imposibles… Por ello, desde nuestro blog queremos visibilizar la complejidad y el reto enorme que supone su trabajo, y animarles a seguir luchando por lo que merecen.

Escrito por Ana Gutiérrez González

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